
Wall·e, Batallón de limpieza fue una película creada en el 2008 por Andrew Stanton. Aunque en un principio estaba orientada a un público infantil, su encanto ha calado también en un público más juvenil y adulto, llegando a convertirse en una de las películas de la factoría Pixar con más aceptación. Durante sus 98 minutos de duración, el filme busca transmitir, entre otros valores, la importancia de cuidar los recursos del planeta; para ello enfoca la historia hacia la concienciación medioambiental y plantea la necesidad de reciclar.
En Wall·e —nombre de nuestro protagonista y abreviatura de Waste Allocation Load Lifter Earth-Class—, se nos presenta la Tierra en el año 2700, desolada e inhabitable. La raza humana ha huido al espacio exterior en una gigantesca nave —una especie de Arca de Noé— en la que ya han olvidado sus orígenes terráqueos y se han entregado a una vida sedentaria y pasiva, dejando atrás un paisaje salpicado de ciudades enteras de rascacielos de basura compactada. Nuestro pequeño y entrañable robot protagonista es el último que queda de un antiguo batallón de limpieza destinado a erradicar toda esa inmundicia y volver a hacer del planeta un sitio en el que poder vivir. Cada noche, después de una larga y solitaria jornada de trabajo, se refugia en su improvisado hogar y sueña con encontrar a alguien en algún rincón entre las estrellas. Hasta que aparece la inmaculada y flamante robot de exploración Eve —abreviatura de Extraterrestrial Vegetation Evaluator—, de la que se enamorará y a la que seguirá a los confines del universo.
La primera mitad de la película es una lección magistral de cine, de auténtica poesía visual, sin apenas diálogos. Es, sin duda, el personaje de mayor complejidad y ternura concebido por la factoría Pixar. Y también el que más negro tiene el panorama, que por cierto no está carente de una descarada ironía que busca remover conciencias. Su mensaje se asienta sobre uno de nuestros pilares clave, la ecología. A través del apocalíptico telón de fondo se intenta hacernos reflexionar sobre los posibles peligros de nuestro ritmo de vida actual, la desvinculación del ser humano con la naturaleza y los relativos «beneficios» que puede aportar la tecnología a nuestro servicio. Su argumento se inspira en una pequeña joya de la ciencia-ficción, poco conocida entre el gran público y en la que ya se introducen estas preocupaciones, titulada Silent Running (1972) de Douglas Trumbull, 1972).
Sin duda, Wall·e se trata de un precioso y divertido relato tan válido para niños como para adultos, cargado de emociones, que nos hace disfrutar y sobre todo pensar sobre las posibles consecuencias de una economía mundial poco sostenible, y aboga por el reciclaje y la importancia de tratar adecuadamente los residuos que generamos día a día con el fin de evitar un destino similar.