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En una época en la que es posible hacer películas con un teléfono móvil o a partir de imágenes tomadas de YouTube, una de las tendencias de mayor crecimiento en el mundo del cine es el Found Footage, también conocido como «cine de collage», «filmes de montaje» o, lisa y llanamente, «cine encontrado». Con un origen que se remonta a los años 50, la experimentación propia del Found Footage ha convertido los logros tecnológicos de los tiempos actuales en su panacea técnica, circunstancia que por un lado democratiza el arte de hacer películas y, por el otro, desarrolla hasta horizontes impensados el diálogo entre las obras del pasado y las osadías del presente.

La clave del Found Footage es el reciclaje, ya que las películas realizadas con esta técnica utilizan un material preexistente —de archivos cinematográficos o de orígenes menos nobles, como pueden ser los mercadillos y las ferias o los cestos de basura de las distribuidoras— para construir un discurso nuevo. Como se puede prever, en la mayoría de los casos el resultado de esa nueva obra es un hecho artístico que avanza hacia una dirección completamente distinta de la que sugerían los materiales originarios. Además, así como el origen de los materiales es diverso, también los géneros que sirven de fuente son muy distintos e incluyen noticiaros, cintas educativas, institucionales, propagandísticas, pornográficas, amateurs, familiares y etnográficos.

Quizás la pregunta es cómo puede existir este tipo de cine en un tiempo donde los derechos de propiedad intelectual resulta tema de suma sensibilidad para todos los autores. Y es que, en teoría, nos movemos en una cultura restrictiva y de permiso, por lo que parece complicado que películas de este tipo salgan a la luz. Es cierto que no tienen mucha difusión —por no decir ninguna— en los circuitos comerciales, aunque si son objeto de festivales y concursos. Pero los creadores del Found Footage se mueven en una delgada línea. Por un lado intentan buscar películas exentas de derechos; y por otro, intentan hacer un uso justo de la misma, es decir, no las comercializan.

Aunque parece difícil que el Found Footage pueda salir de la región fronteriza en la que se encuentra, el género ha sido practicado por grandes autores cinematográficos como Woody Allen. A partir de una vieja película japonesa titulada Kagi no Kag, el neoyorkino trastocó el orden de muchas de las partes y cambió su sentido original al doblarla al inglés. El resultado fue What’s Up, Tiger Lily? (1966), su primera película.