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Tras dedicar nuestro último artículo al Premio Pritzker, Shigeru Ban, hoy queremos continuar con otros profesionales de la arquitectura que entienden el ejercicio de su oficio como un motor para transformar las reglas de convivencia entre el hombre y el mundo que le rodea. El turno es para la historia de Earthship Biotecture y su fundador Michael Reynolds, quien —y como él mismo dice—, un día soñara con diseñar hogares que «contribuyesen a reducir el estrés del planeta».

«Fui a The School of Architecture and Interior Design de la University of Cincinnati, hice todos los cursos, obtuve mi título, y en ese momento me di cuenta que la arquitectura que había aprendido a ejercer no servía para nada: no tenía nada que ver ni con el planeta, ni con las personas y sus necesidades. Me encanta dibujar y construir, pero la profesión no está enfrentándose a los temas que verdaderamente creo que importan. [...] Se nos está acabando el petróleo, el agua, estamos en medio del calentamiento global, la población se está expandiendo. Necesitamos hacer algo ya mismo, mañana en la mañana, hoy.»

Así es como Michael Reynolds, arquitecto cansado de trabajar en lo que entendemos como «arquitectura de la sociedad del bienestar», en 1978 decidió trasladarse con su familia a Taos, Nuevo México. Allí mismo, donde conceptos como la «especulación urbanística» no se conocían, dio inicio a una aventura llamada Earthship Biotecture, un fenómeno que ha traspasado fronteras y conseguido generar comunidades autosuficientes que desafían lo establecido.

Las fuertes convicciones de Reynolds le llevaron a pensar en la necesidad de desarrollar una vivienda que fuera ecológica, que no dependiera de las infraestructuras convencionales, y que no incurriese en ningún gravamen para los recursos naturales del planeta. Pero hacerlo realidad no fue tan sencillo: durante más de dos décadas experimentó con diferentes materiales para encontrar un sistema constructivo basado en la reutilización de materiales de desecho como llantas de vehículos, botellas de vidrio o envases de aluminio —incluso en los primero tiempos llegó a patentar un tipo de ladrillo a base de latas de cerveza—.

El resultado de toda esta experimentación fue el nacimiento de las Earthships, hogares energéticamente autosuficientes, que no hacen uso de materias primas no renovables sino de aquellos otros de desecho que son reciclados en el proceso constructivo. Además, su diseño bioclimático aprovecha la inercia del suelo permitiendo realizar cultivos, incluso de carácter tropical, a casi los 2.000 metros sobre el nivel del mar.

Hoy día, las Earthships originales constituyen una comunidad de casi 20 hectáreas llamada El Gran Mundo y habitada por profesionales de toda índole que trabajan en la ciudad de Taos, a tan solo 15 minutos caminando. Un modelo que la empresa Earthship Biotecture se encarga no solo de exportar a otros lugares como Argentina, España, Japón o Suecia, sino de divulgar a través de la formación, impartiendo talleres que muestran las diferentes técnicas constructivas que las hacen realidad.